La lengua materna es, para cada uno de nosotros, un tesoro.
En ella pronunciamos las primeras palabras y con ella expresamos más cabalmente nuestro pensamiento. Desde los primeros momentos de la existencia, es el idioma materno el cimiento de la construcción de la personalidad y el zócalo que la sostendrá a lo largo de toda la vida. Gracias a él aprendemos a respetarnos a nosotros mismos, a nuestra historia y nuestra cultura, y sobre todo a respetar a los demás y la diferencia que ellos encarnan.
Porque toda lengua lleva en sí la diferencia como una “segunda naturaleza”.
Los especialistas lo saben bien: lejos de constituir sistemas inmutables y cerrados, las lenguas son siempre el resultado de innúmeras fusiones, interacciones e influencias acontecidas a lo largo del tiempo. No hay lengua sin historia. Por muy culta y correcta que sea, nuestra manera de hablar está hecha de múltiples préstamos, en los que se mezclan la identidad y la alteridad.
Precisamente, la etimología nos remite a esa historia plural.
Una historia en la cual la identidad es fruto de la diversidad y la complementariedad, y que prepara un futuro marcado por otros contactos y otras convergencias. El vínculo dialéctico entre identidad y diversidad no es únicamente una herencia del pasado. En un mundo donde lo universal y lo local se entrecruzan y deben interactuar de manera armoniosa, los conceptos de “lengua materna” y “plurilingüismo” se convierten en estructuras complementarias.
De este modo la comunicación en el ámbito familiar o comunitario se multiplica por el ejercicio de la expresión oral en la escuela, el trabajo o el mercado, en los diarios y la política, en el culto religioso y los tribunales, en la administración y el entretenimiento.
Se trata de hallar el acomodo lingüístico que permita participar plenamente en todos esos aspectos de la vida social.
De ahí que la UNESCO esté empeñada en promover el plurilingüismo, sobre todo en el sistema escolar, fomentando el reconocimiento y la adquisición de al menos tres niveles de competencia lingüística para todos: una lengua materna o primaria, una lengua nacional y una lengua de comunicación.
La promoción de la diversidad lingüística y cultural va acompañada de un compromiso en pro del diálogo entre pueblos, culturas y civilizaciones.
Diversidad y diálogo, identidad y alteridad son, en efecto, los polos de una funcionalidad complementaria que el plurilingüismo debe asumir en su conjunto.
Esta tarea ha de llevarse a cabo mediante un arreglo armonioso entre las diversas lenguas existentes en la esfera nacional y regional, merced a estrategias o planes capaces de promover las lenguas en todas las situaciones de la vida. Verdad es que, a pesar de los ejemplos que proporcionan las prácticas idóneas en diversas regiones del mundo, el plurilingüismo parece ser hoy más un ideal que una realidad tangible.
Más de la mitad de las 6.000 lenguas que actualmente se hablan en el mundo corren peligro de extinción. El 96% de ellas apenas las habla el 4% de la población mundial. En la escuela y el ciberespacio se emplean menos de la cuarta parte de las lenguas existentes en el planeta y, en la mayoría de los casos, éstas sólo se usan esporádicamente.
Sólo unos pocos centenares de idiomas tienen el honor de figurar en los sistemas educativos y el dominio público y menos de ciento están presentes en el mundo digital.
Observemos, por ejemplo, el caso de África, cuna de la humanidad: ¡un tercio de las lenguas del mundo se hablan en ese continente! Aunque los grupos humanos a las que sirven de medio cotidiano de expresión las dominan perfectamente, la mayoría de esas lenguas apenas se usan en la administración pública, la justicia o la prensa.
De ahí que la Unión Africana, que las considera uno de los pilares de la integración del continente, se empeñe en elaborar un plan regional de ordenación lingüística capaz de armonizar en beneficio de todos los aspectos locales y generales del asunto.
Esta estrategia abierta e integrada, distante de cualquier concepción estrictamente identitaria de las lenguas, es lo que conviene retener y, con la colaboración de todos los amigos e interlocutores de la UNESCO, apoyar generosamente, con miras a un futuro plurilingüe de diversidad y respeto mutuo.
Por eso, con motivo de la conmemoración del Día Internacional de la Lengua Materna, hago un llamamiento a la promoción de las estrategias lingüísticas nacionales y regionales, con el fin de brindar un espacio armonioso a todas las lenguas del mundo.
Koïchiro Matsuura
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